Después de decirme a mí misma que me relajara, la noche no fue tan mala. Carol y sus amigas eran un poco diferentes a lo que estaba acostumbrada, eran más reservadas en algunos aspectos por ser de la alta sociedad, pero aún así eran geniales.
Les conté sobre mi infancia como una chica marimacho que patinaba en Arizona, lo cual todas parecieron encontrar fascinante, y ellas compartieron consejos de moda y más. Resulta que estas chicas no eran unas debutantes tímidas.
A mitad de la cena ya estaban soltándose por completo. Nunca había escuchado conversaciones tan atrevidas en mi vida y varias de ellas pensaban que mi hombre era lo más sexy sobre dos pies.
Me hicieron sonrojar, lo cual era extraño considerando que las cosas que me gustaba hacer y que Colton me hiciera no eran para los débiles de corazón.
—Tengo que ir al baño, ya vuelvo.
—¿Quieres que te acompañe? —ofreció Carol.