Traicionado por la Sangre
La mazmorra estaba fría, sus húmedas paredes apestaban a moho. Una sola antorcha parpadeaba en la esquina. Xander estaba sentado contra la pared, su rostro pálido, su brazo amputado envuelto en vendajes sucios. Su mano restante se cerró en un puño, las uñas clavándose bruscamente en su palma. Habían pasado días, y lentamente estaba perdiendo la cordura encerrado aquí.
Pasos resonaron por el corredor, lentos y deliberados. Xander no levantó la mirada. No tenía que hacerlo. Sabía quién era.
Los guardias habían desaparecido misteriosamente antes, y no era lo suficientemente estúpido para creer que era una coincidencia.
Los pesados barrotes de hierro crujieron al abrirse, y Matt entró, sus cejas arqueadas con arrogancia, sus labios torcidos en una sonrisa presumida. Irritaba a Xander. Matt se comportaba con un aire de arrogancia.
—Bueno —comenzó Matt, su voz goteando burla mientras se detenía justo frente a Xander—. ¿Cómo está nuestro guerrero caído hoy?