Traicionado por la Sangre
Kendra caminaba de un lado a otro en su habitación, sus tacones resonando contra el suelo de madera pulida. Las paredes, pintadas en tonos dorados y plateados apagados, hacían poco para calmar la ira que burbujeaba dentro de ella. Había pasado una semana desde que Cain la expulsó despiadadamente de su manada como si no significara nada para él. La echó sin pensarlo dos veces, todo por esa sirvienta. Kendra había pasado días en cama, reflexionando sobre dónde se había equivocado. Por qué tuvo que castigarla cuando inicialmente él quería esto. Él quería que ella amenazara a Avery también, entonces ¿por qué? ¿Por qué no podía ver que ella solo hacía esto por él? ¿Por qué tuvo que actuar como si ella no valiera nada? La humilló tan horriblemente. A ella, Kendra, la envidia de otras mujeres. La convirtió en el hazmerreír por una patética excusa de mujer.