Traicionado por la Sangre
Cain estaba sentado en su escritorio, el suave crujido de los papeles y el rasgueo de su pluma eran los únicos sonidos en la habitación. La mañana acababa de comenzar, y ya no podía sacarse de la mente la mirada de Avery.
La forma en que ella lo había mirado cuando le dijo que se quedara. La forma en que su respiración se entrecortó. La forma en que su calidez se había filtrado en él cuando finalmente se relajó contra él.
Lo inquietaba.
La puerta crujió al abrirse.
Cain ni se molestó en levantar la vista. —Lydia —dijo, con tono indiferente mientras continuaba escribiendo—. Si es sobre los informes, déjalos en la mesa. Me ocuparé de ellos cuando tenga la oportunidad, pero quiero saber dónde está la actualización sobre la Cordillera del Norte.
Silencio.
La mandíbula de Cain se tensó. Levantó la vista, esperando la respuesta habitual de Lydia
Pero no era Lydia.