Traicionado por la Sangre
A Avery se le cortó la respiración, su mirada se dirigió hacia Lydia, cuyos ojos estaban fijos en Kendra.
Las palabras cayeron como un golpe, desequilibrándola más que cualquier bofetada o insulto.
¿Kendra disculpándose?
Tragó saliva, con la garganta seca.
—¿Qué?
Kendra suspiró, moviéndose ligeramente en la cama como si el movimiento mismo fuera agotador.
—Dije que lo siento. Por todo. Por cómo te traté. Por las cosas que dije. Por las cosas que hice.
El corazón de Avery latía con fuerza. Buscó en el rostro de Kendra la mentira, la manipulación, la cruel sonrisa torcida que solía seguir cuando hablaba. Pero no había nada. Sin malicia. Sin regodeo. No había nada.
Kendra soltó una pequeña risa amarga.
—No me crees.
Avery no sabía cómo responder.
¿Podría creerle?