Capítulo 191
Sentía frío.
No el tipo de frío que venía del viento o la lluvia, sino algo más. Era una especie de frío que se enroscaba dentro de sus venas, entumeciendo su interior.
Todo se sentía mal. Su cuerpo se sentía mal. Demasiado pesado, demasiado débil. Demasiado vacío.
Apenas era consciente de las cadenas que se clavaban en sus muñecas, la forma en que mordían su piel cada vez que se estremecía. El dolor sordo pulsaba en su cráneo, extendiéndose por sus extremidades.
Ya no tenía fuerzas para luchar. Estaba cansada de gritar. Sus párpados apenas se mantenían abiertos. Había usado toda su fuerza para luchar, para gritar, pero fue inútil. La encadenaron a la silla y le clavaron los tubos.
Entonces llegó una voz temblorosa:
—¿Qué le pasa a la máquina?
—La sangre... no se está estabilizando —alguien sonaba nervioso—. Se está evaporando antes de que podamos extraerla. Cada vial se derrite tan pronto como se llena.