Vida Maldita

Ansiosa por calmar la ira de Catalina, di un paso adelante, dirigiéndome hacia ella.

—S-Señora, lo siento. No quise…

Sin embargo, ella levantó la mano, con una sonrisa pegada en su rostro.

—No. Está bien, no es tu culpa.

¿Qué demonios?

Un escalofrío recorrió mi espalda mientras ella avanzaba, con sus ojos fijos en los fragmentos dispersos del collar en mis manos.

Extendí mis manos hacia adelante, mirando mis pies como si eso pudiera salvarme de lo que sentía era una fatalidad inminente.

Pero nunca llegó.

—En serio, no te culpo, Phoebe —repitió después de tomar los pedazos de mis manos. Pero cuando levanté la cabeza, no vi ni una pizca de amabilidad en sus ojos.

Al contrario, su mirada sobre mí era fría mientras hablaba con un tono igualmente gélido.

—Me culpo a mí misma por no deshacerme de ti la misma noche que llegaste aquí con todo lo que tengo... —avanzó con cada palabra que pronunciaba.

Aterrorizada, retrocedí, tratando de evitar un encuentro con ella.