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Fundirme con las sombras era una especialidad que había aprendido desde que comencé a practicar magia.

Era una habilidad muy necesaria, especialmente cuando vivía entre hombres lobo de sangre pura. Sus estúpidos sentidos mejorados siempre eran un problema para manejar.

De todos modos, usé mi magia para colarme en la casa de la manada mientras también ocultaba mi olor y cualquier cosa que pudiera hacer que me descubrieran.

Solo pensar en cómo Kaene y Phoebe estaban arriba follando me hacía rechinar los dientes.

—Ella no es la primera mujer con la que me he acostado. Me he divertido con mi buena cantidad de mujeres —murmuré para mí mismo, deslizándome por el gran vestíbulo que conducía a la amplia sala de estar.

Ya podía captar el olor de los hombres lobo cerca, muy probablemente sirvientas.

—Probablemente sea porque es la primera mujer con la que me acosté en años —chasqueé la lengua, recordando aquella fatídica noche.