—Bueno, por suerte, ninguno de nosotros somos humanos o brujas —comentó Phoebe, riendo nerviosamente.
Todos permanecieron en silencio, ya sea mirándola incómodamente o teniendo su propio tormento interior.
Como yo.
«¡Mierda, mierda, mierda!», pensé para mí mismo después de intentar y fallar repetidamente en conectarme con mi magia y curar mis manos.
La magia nunca ha sido difícil para mí.
Era un natural. Un prodigio entre los híbridos de nuestra Hermandad e incluso entre las brujas reales.
Por eso pude convertirme en el líder.
¿Pero ahora?
«¡Encontraré una manera de resolver este lío aunque signifique arrancar el secreto del cerebro de la vieja bruja!», pensé para mí mismo, mirando discretamente a la anciana y conteniéndome de hacer algo imprudente.
Mientras tanto, Phoebe suspiró después de ver el estado de ánimo en el que todos estaban.
—Lo siento. Yo... no sé cómo sentirme ahora mismo. Tanta gente ha muerto. M– Mi padre...