Llegamos a una tierra diferente. El cielo estaba en tonos de gris y negro, como si estuviéramos protagonizando una película en blanco y negro.
El suelo se sentía a la vez sólido y líquido mientras estábamos de pie.
El aire estaba cargado de niebla y una extraña energía que me hacía estremecer la piel. No se sentía malvado, pero tampoco era bueno.
Una estructura enorme y antigua se alzaba ante nosotros. Parecía una tumba, tallada con símbolos desconocidos que brillaban con un extraño tono verdoso.
Entonces, desde la niebla, fuera de la tumba, aparecieron tres figuras. Tres brujas, los antiguos, supuse.
A medida que se acercaban, no pude evitar notar que cada una era sorprendentemente diferente de la otra.
La primera bruja era alta, su piel exudaba gracia juvenil, y su largo cabello oscuro brillaba a pesar de la falta de color en la atmósfera. Tenía ojos verdes que parecían capaces de penetrar en el alma de uno.