Ha pasado un mes desde que estoy en el cuerpo de Selene. He hecho de todo para redimirme como un buen personaje. Intenté realizar obras caritativas, he sido amable con la servidumbre, y las pocas veces que he interactuado con otros nobles, solo me sonríen y no me dirigen la palabra. Como si tuvieran miedo de acercarse.
Cada buena acción es acompañada de sobre-reacciones y malentendidos. Todos me piden perdón y misericordia.
Todos están asustados de la arpía. Incluso los he escuchado murmurar a mis espaldas lo terrible que soy.
Estoy harta.
Ya no puedo con el cansancio ni con la sobreexigencia de ser bondadosa. No soy una mala persona, pero tampoco puedo pasar todo el tiempo intentando demostrarlo.
Se acabó.¿Quieren que sea la villana? Entonces les daré la mejor villana que hayan visto en sus vidas.
Haré pagar a todos aquellos que han amenazado mi vida, los que han hablado a mis espaldas, los que confabularon en mi contra. Todos ellos estarán a mis pies.
Debo ser inteligente. Utilizar mis estrategias y mi conocimiento a mi favor.
En este momento, sé que el protagonista se encuentra en los valles, al límite de Valtoria. Debe tener unos 22 años. Faltan tres años para que comience su rebelión.Ahora es solo un esclavo. Tal vez…
Debería dirigirme allá y empezar por elegir mis fichas.
Una semana después…
Al fin me encuentro en el Valle de Nymbia. Es una región bastante empobrecida. Nos tomó una semana llegar en carruaje. Viajé con mi servidumbre.
Mi motivo era visitar el mercado de esclavos del valle. No era el más grande, pero sabía que aquí encontraría lo que buscaba.
Con una capucha, y seguida de mi mayordomo Gerald, caminé entre los comerciantes. Fue una escena desgarradora para mí.
Hombres, mujeres, niños y ancianos… siendo vendidos en malas condiciones, como si fueran objetos.Sentí náuseas. Aquí parecía algo normal, pero para mí seguía siendo horrible.
Y aun así, por mi bien… iba a participar en esto.
Tenía que encontrar a Caspian y a sus futuros compañeros. Sabía que no sería tan difícil: eran hombres fornidos, y los ojos dorados de Caspian están lejos de ser comunes.
Mientras caminaba, posé mi mirada sobre un hombre atado, con la cabeza baja. Estaba golpeado. Su cuerpo mostraba marcas de trabajo forzado, y aunque su cabello negro estaba sucio, aún brillaba.
Entonces levantó la vista.Sus ojos dorados se cruzaron con los míos.
Era él.Aunque su rostro estaba ensangrentado y su ceja izquierda rota, sabía que era él. Algo en mí me lo decía.
Le hice una seña a Gerald para que lo comprara.
—¿Cuánto cuesta este esclavo? —pregunté con voz firme, pero cordial.
—No le aconsejo que lo compre, mi lady. Este muchacho es difícil de controlar. No se comporta aunque lo azoten con fuerza —gruñó el mercader con su horrible voz.
—Yo decido lo que compro y lo que no. Quiero a ese. —Lo señalé. Él me miró con una expresión desafiante.
—Si usted lo dice, mi lady. Son 4.000 dinas.
Gerald le entregó una bolsa con monedas.
—Le daré 5.000 —agregué—. Límpienlo, curen sus heridas y manténganlo a salvo hasta que regrese. Lo necesito saludable.
No pude mirarlo directamente al rostro al decir eso. Me temblaban las manos y las piernas, pero debía aparentar firmeza.
—Sí, mi lady —dijo el mercader, arrastrándolo hacia una tienda como si fuera un paquete por envolver.
Exhalé con fuerza. No podía creer lo que acababa de hacer. Pero mi misión no terminaba ahí.
Sabía que los amigos de Caspian también estaban aquí. Seguramente eran del mismo dueño. Así que me acerqué a las jaulas.
Los observé: cuatro hombres.
En el libro eran descritos como grandes y corpulentos, guerreros fieros.Ahora… estaban lejos de parecerlo.
Kael, el rubio de ojos grises y cabello largo recogido, era el más callado e introspectivo. Miraba a Caspian como un líder, y mantenía los pies del grupo en la tierra.
Riven, de cabello castaño oscuro y ondulado, era enorme. En ese momento abrazaba a una muchacha que se parecía a él. Seguramente su hermana. La cubría con su cuerpo, protegiéndola.
Thorne, quizás el más guapo, tenía el cabello negro hasta los hombros y ojos celestes. A pesar de ser un esclavo, parecía un modelo. Elegante, perfeccionista y orgulloso. Estaba junto a un niño pequeño, igual a él pero de ojos cafés. ¿Su hermano menor?
Elias, el pelirrojo de mirada serena y sonrisa tranquila. Equilibrado, sabio. Sabía que había sido criado por monjes y que poseía habilidades básicas de sanación.
Sentí compasión. No podía llevarme solo a ellos.Debía llevarme también a sus familiares.
Mientras Gerald negociaba la compra, un pequeño brazo salió desde una jaula y sujetó la tela de mi vestido.
Era el niño junto a Thorne.
—Señora… por favor. Un poco de comida —dijo, con ojos llenos de lágrimas y mocos.
Me enterneció. Me agaché a su nivel.
—Ten, pequeño —le ofrecí un pan de mi bolso.
El niño lo recibió feliz, y corrió con su hermano para compartirlo.Thorne le dio el pan a Riven, y él a su hermana.
Pude sentir sus miradas en mí: desconfiadas… pero también agradecidas.
—Todo listo, mi señora —dijo Gerald—. Puede llevárselos.
Los escoltaron hasta la casa que había alquilado.Bueno… “casa”. Era pequeña comparada con el castillo de Valtoria, pero suficiente.
Mi séquito era de ocho sirvientas, dos damas de compañía, diez guardias… y Gerald.Había espacio para todos.
Ahora poseo siete nuevas vidas.Dios, eso sonó horrible.
Al llegar, los esclavos fueron dejados en el salón principal, arrodillados frente a mí.Su nueva ama.
Me paré ante ellos. Necesitaba sonar firme.
—Soy la duquesa Selene de Valtoria, dueña y señora del ducado. —Aspiré profundo—. El camino de regreso durará una semana. Nos quedaremos aquí dos días para que puedan recuperarse.
Todos tenían la mirada baja. Nadie me miraba.
—A partir de hoy… ya no son esclavos.
Silencio. Incredulidad.
—Sus documentos han sido destruidos. Son ciudadanos libres de Valtoria.
—¿Es cierto…? —murmuró alguien.
—Les ofrezco comida, cama, descanso, y si así lo desean, un lugar a mi lado como caballeros.
—No lo puedo creer —susurró Elias.
—Tendrán un salario justo, mejor que cualquier otro que puedan encontrar. Sus familiares también han sido liberados y trabajarán en mi mansión si lo desean.
Riven se inclinó ante mí, con los ojos brillantes.
—Mi señora… le agradezco por mi hermana. Hemos pasado por mucho. Le juro por mi honor que mi espada y mi lealtad serán suyas.
—También seré su espada, mi señora —dijo Thorne—. Mi hermano y yo estamos en deuda con usted.
Incluso empujó suavemente al niño, que lo imitó, arrodillándose.
—Le seremos fieles, mi señora —agregaron Kael y Elias.
Caspian guardó silencio. Me miraba… evaluándome.Sabía que él sería el más difícil de ganar.
—Gracias por sus palabras —respondí solemnemente—. Gerald les mostrará dónde dormir y asearse.
Los vi retirarse. Caspian no me quitó los ojos de encima…Hasta que desapareció por el pasillo.
Exhalé fuerte.Mantener esta postura firme era un desafío…
Sobre todo, mirando a los ojos del hombre que, en el futuro, cortará mi cuello.Debo ponerlo de mi lado. A toda costa.