—¡Está listo!
Amelie apagó el secador y lo colocó de vuelta en su lugar original antes de alejarse.
Gabriel se pasó una mano por el cabello, alisándolo antes de tomar un peine para ajustarlo a su estilo habitual. —Gracias —dijo casualmente.
Amelie inclinó ligeramente la cabeza, observándolo con una expresión curiosa. «¿Por qué me pidió que hiciera eso?», se preguntó. Sin embargo, ocultó sus pensamientos con una sonrisa educada. —De nada.
Cambió su postura y juntó las manos frente a ella. —Tendrá un día ocupado en la oficina. Su agenda incluye tres reuniones consecutivas, desde las diez de la mañana hasta las dos de la tarde —le informó.
Gabriel se volvió hacia ella. —En ese caso, desayunemos antes de ir al trabajo —sugirió.
Amelie asintió en acuerdo y se adelantó al comedor. Gabriel, por su parte, se tomó su tiempo para llegar. Cuando entró, Albus se acercó, susurrándole algo discretamente al oído.