—¿Era una llamada del palacio? —preguntó Samyra, su voz teñida de preocupación al notar la expresión horrorizada en el rostro de su esposo.
David asintió lentamente.
—Sí. Era la Reina Luna.
El corazón de Samyra se hundió.
—¿Qué dijo?
—Me dijo que fuera al palacio... y me llevara a nuestra hija —respondió David con gravedad.
—¿Qué? —jadeó Samyra, con los ojos muy abiertos—. No me digas que Amelie está allí.
—Lo está —confirmó David, pasándose una mano por el pelo con frustración—. Y por el tono de la Reina, parecía estar furiosa. No puedo perder tiempo. Partiré hacia la capital inmediatamente.
—Claro... simplemente no puedo creer que Amelie haya terminado allí —murmuró Samyra, frunciendo el ceño confundida—. ¿Pero por qué haría eso?
—¿Quién sabe qué pasaba por su mente? —dijo David con un profundo suspiro mientras caminaba hacia el armario—. Esta chica no nos ha traído más que ruina. Primero, acusó falsamente a Alex, y ahora este lío...