La verdad no alteró en lo más mínimo los sentimientos de Gabriel por Amelie. Si acaso, fortaleció su determinación.
—¿Dónde vivía este Sumo Sacerdote? —preguntó con calma.
—El Sumo Sacerdote falleció... hace diez años, Su Alteza —respondió Samyra con una respetuosa inclinación de cabeza.
—Ya veo. —Pero Gabriel no había terminado—. ¿Por qué la Sra. Conley nunca le dijo la verdad a Amelie? Supongo que lo mantuvo oculto de todos. ¿El Sumo Sacerdote le dijo algo más? Debería hablar ahora, porque soy el único que puede mantener a Amelie a salvo —dijo.
Notó el destello de duda en los ojos de Samyra.
—No estoy tratando de forzarte —continuó Gabriel—. Pero es mejor si hablas por voluntad propia. Dime, durante la ceremonia, el momento en que Amelie fue revelada como omega... ¿fue obra del Sumo Sacerdote?
Samyra dudó, luego asintió.
—Sí.
—Interesante —murmuró Gabriel, acercándose—. Entonces responde la pregunta que dejaste sin contestar. ¿Por qué?