Los ojos de Amelie se abrieron con un parpadeo. Se sentía adolorida, especialmente en la parte inferior de su cuerpo. Miró a su alrededor, sintiendo el suave calor del aroma de su pareja en la habitación. Sus ojos se movieron hacia el reloj, y se agrandaron.
—¡Son la 1 de la madrugada! —exclamó sorprendida y se sentó. Descubrió que tenía una bata sobre su cuerpo, y una sonrisa se formó en sus labios—. Debe ser Gabriel —murmuró. Cuando Amelie intentó bajarse de la cama, sintió que sus piernas estaban pesadas.
—Estás despierta, cariño.
Amelie giró la cabeza al escuchar esa voz y vio que esos ojos violetas la miraban con afecto. Fue cuestión de un segundo, y él estaba frente a ella. Su mano descansó sobre su cabeza mientras la acariciaba antes de tomar su mano.
—Perdóname por ser tan brusco anoche. No pude controlarme —dijo Gabriel, sintiéndose culpable.