Amelie presionó la tarjeta llave contra la puerta de la suite, y esta se abrió con un suave clic. Se volvió hacia Gabriel con una mirada cálida y afectuosa antes de entrar.
Una suave iluminación bañaba la espaciosa suite, revelando los toques románticos dispersos por toda la habitación. Las rosas rojas frescas realzaban el ambiente.
Sus ojos vagaron hacia las altas ventanas del suelo al techo, cuyos cristales estaban ocultos por gruesas cortinas aterciopeladas.
—Refréscate. Llamaré al servicio de habitaciones para la cena —dijo Gabriel, dirigiéndose ya hacia el teléfono fijo.
Amelie asintió y desapareció en el baño. Gabriel hizo el pedido para una cena completa, luego colgó el receptor. Desabotonó casualmente los puños de las mangas de su camisa, enrollándolas hasta los antebrazos.