Mabel miró a Amelie durante un largo y silencioso momento antes de finalmente hablar de nuevo.
—¿Alguna vez le dijiste estas cosas a tu propia madre? —preguntó—. Debo admitir que te has vuelto más audaz desde que conociste a Gabriel. Por supuesto, él es la razón por la que hablas ahora. En tu manada, siempre fuiste la callada, la que siempre escuchaba a los demás.
—Mabel, dejémoslo —interrumpió Raidan suavemente, alcanzando su mano en un intento de calmar la tensión.
Pero Gabriel no estaba dispuesto a dejarlo pasar.
—No, Papá, no deberíamos barrer esto bajo la alfombra —dijo firmemente—. Ya no somos niños. Casaio, Dominick y yo, todos tenemos más de treinta años. Sin embargo, Mamá todavía nos trata como si tuviéramos cinco, incapaces de tomar decisiones. Y si alguien se atreve a estar en desacuerdo con ella, se convierte en una ofensa.
Sintiendo que podría surgir una nueva tensión entre Gabriel y su madre, Amelie decidió disculparse.