—Definitivamente está viendo a alguien —dijo Anita en el momento en que Olivia salió.
Gruñí, golpeando mi puño contra el escritorio. El simple pensamiento me volvía loco. Pero lo que realmente me hizo perder el control fueron los chupetones en su cuello. Mis sospechas eran correctas. Alguien la había tocado. Un hombre —alguien que no eran mis hermanos— se había atrevido a poner sus manos sobre ella. ¿Y el bastardo tuvo el descaro de enviarle rosas blancas? ¿Sus favoritas?
¿Cómo diablos sabía eso?
—Te lo dije, Olivia se está comportando como una zorra —habló Anita de nuevo, poniéndome los nervios de punta.
—¡Cállate! —le advirtió Levi—. ¡No olvides que ella es nuestra compañera! ¡Nuestra esposa! No hables de ella de esa manera, especialmente en nuestra presencia. ¡Ahora vete!
Anita abrió la boca como si quisiera discutir, pero la mirada que le lancé la hizo pensarlo dos veces. Salió furiosa, sus tacones resonando con rabia.