—Pero te pertenezco —susurró ella—. Llevo tus marcas. He calentado tus camas durante meses. Solías venir a mí... regularmente.
Aparté la mirada, frunciendo más el ceño. —Y solíamos fingir que eso significaba algo. Pero nunca fue así.
Las palabras la hirieron. Podía verlo, como si le cortaran la piel. Pero no me detuve.
—Te marcamos porque queríamos herir a Olivia —dije sin emoción—. No porque te deseáramos a ti.
Anita dio un paso atrás tembloroso. —Estás mintiendo...
—No —dije—. No lo estamos.
—¿Ustedes tres nunca me amaron? —preguntó, con la voz quebrada.
Lennox se rió amargamente, pero sin humor. —Nunca fingimos amarte.
Louis añadió:
—Nos mentimos a nosotros mismos. Tal vez a ti también. Pero nunca te miramos como la miramos a ella.
La boca de Anita tembló. —Olivia —dijo con amargura—. Siempre ha sido ella. Incluso cuando decían que la odiaban. Incluso cuando afirmaban que no significaba nada.
Mi lobo se agitó al mencionar su nombre.