El Toque de Gabriel

No sabía si esto era realmente para hacer que los trillizos sintieran lo que yo sentí, pero lo que sí sabía era que el contacto de Gabriel me estaba volviendo loca —y no quería que parara.

Las manos de Gabriel agarraron firmemente mis caderas mientras me empujaba contra el árbol, su poderoso cuerpo inmovilizándome allí. La corteza áspera raspaba contra mi piel, manteniéndome anclada al momento, mientras el calor que irradiaba de él enviaba escalofríos por mi columna. Sus ojos oscuros se fijaron en los míos, ardiendo con intensidad cruda. Su pecho se agitaba, su respiración entrecortada, como si estuviera conteniéndose con todas sus fuerzas.

—Olivia… —susurró mi nombre como si fuera tanto una súplica como una maldición, su frente presionando contra la mía. Su voz era baja y gutural, llena de necesidad—. No tienes idea de lo que me estás haciendo.