No ordinario

—¡¿Catherine?! —exclamó el Alfa Lago en el momento en que entró a la oficina de Caleb.

La tensión y preocupación en su voz eran tan obvias; sus ojos automáticamente se fijaron en Audrey al entrar en la habitación.

Avanzó rápidamente y sostuvo con delicadeza la supuesta mano herida de Audrey.

—Tu mano... —Se quedó estupefacto por un segundo.

Con todo lo que había sucedido esa mañana, sus pensamientos estaban demasiado dispersos para recordar que su Manada ahora tenía una bruja sanadora.

—Yo la curé, Alfa —dijo María, acercándose a su pareja.

Todavía no podía creer que el Alfa le permitiera estar con su pareja tan fácilmente.

—Oh —respondió el Alfa Lago.

Su cerebro aún encontraba difícil procesar toda la situación.

—¿Estás... bien? —Usó su otra mano para recorrer la suave mano de Audrey antes de darse cuenta de que realmente había sido curada.

Estaba enfermo de preocupación por un segundo.