El corazón de Adeline dio un vuelco al escuchar lo que Caleb había dicho.
¿Qué había descubierto?
Entró en pánico internamente; había estado tan cegada por los celos que no se tomó su tiempo para elaborar un plan a prueba de fallos. Y, ahora, parecía que este estúpido doctor estaba a punto de soltar tonterías sobre ella.
¡No! No permitiría que eso sucediera.
—¿Qué es, Caleb? —preguntó Alfa Lago, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Um, noté que-
—¡Ah! ¡Duele, Alfa. Por favor, ayúdame! —gritó Adeline, sujetándose el pecho para enfatizar.
—¡Fue ella! —Señaló a Audrey—. Catherine me puso en esta condición, Alfa. ¡Castígala! —Adeline ahora estaba llorando desesperadamente.
Audrey optó por mantenerse callada, para ver qué haría Alfa Lago. Si él llegaba a creerle a Adeline por un segundo, entonces ella no perdería tiempo en hacer lo que tenía en mente.