Alfa Lago observó a Audrey mientras bajaban al calabozo. No entendía del todo su semblante esa mañana.
Desde el momento en que lo vio, ella había estado actuando de manera extraña, como si hubiera algo que no quisiera decirle; él había pensado que ella se sentía tímida por lo que se hicieron mutuamente ayer, pero llegó a comprender que no era el caso.
Se preocupó cuando vio que ella incluso estaba haciendo todo lo posible por limitar el contacto visual y físico entre ellos.
—¿Gatita? —preguntó Alfa Lago de repente y atrajo a Audrey a sus brazos cuando llegaron a la puerta del calabozo.
—Lo estás haciendo de nuevo —susurró y colocó suavemente su palma junto a la cara de ella para devolver sus ojos a los suyos cuando la vio tratando de apartar la mirada de él nuevamente.
—¿Hice algo mal? —preguntó Alfa Lago sinceramente.