—¡Ah Qing, has vuelto! ¿Por qué no están encendidas las luces? —dijo Ren Chuqing, retorciendo su mano, tratando de liberarse de su agarre.
Pero su mano seguía sosteniendo la de ella firmemente.
—Suelta mi mano, déjame encender la luz —dijo Ren Chuqing, con toda la sala de estar y la entrada completamente a oscuras en ese momento.
—¿Por qué Hermana apagó su teléfono y no respondió mis llamadas? —susurró Wen Muqing cerca de su oído.
—Mi teléfono se cayó al agua, por eso se apagó —explicó Ren Chuqing.
—¿Es así? —Su aliento le hacía cosquillas en el oído—. ¿Sabes cómo me siento cuando no puedo comunicarme contigo?
—Lo siento —dijo ella.
—Entonces bésame, y te perdonaré —dijo él.
«¿Qué?», pensó Ren Chuqing quedó atónita, mirando fijamente a la persona frente a ella.
Como las luces seguían apagadas, estaba bastante oscuro, así que todo lo que podía ver en ese momento era su silueta, sin poder distinguir la expresión de su rostro.