El corazón de Wen Muqing se estremeció, y un sentimiento indescriptible se extendió dentro de él.
Era como placer, pero también como emoción.
Muchas mujeres le habían dicho que les gustaba, que lo amaban, pero ninguna le había hecho sentir como lo hacía ahora al escuchar estas palabras de ella.
Con la mirada fija en ella, murmuró suavemente:
—¡A mí también me gusta mucho Hermana!
¡Mientras ella no lo dejara!
Mientras sus palabras se desvanecían, sus labios besaron suavemente los de ella.
Ren Chuqing no pudo evitar gemir suavemente, pero para él, ese sonido fue como una estimulación, desencadenando cierta respuesta en su cuerpo.
Ren Chuqing, notando el cambio en su cuerpo, de repente se sonrojó:
—Tú...
La levantó y la sentó en su regazo, sus brazos rodeando su cintura, su rostro enterrado en la nuca de ella.
Su aliento caliente hizo que el cuerpo de Ren Chuqing también pareciera calentarse:
—Ah Qing, mi cuerpo... mi condición ahora mismo... —tartamudeó Ren Chuqing.