love in the rain

Capítulo 1: El Comienzo Bajo las Nubes

Refleja tanto el clima melancólico del día como el inicio de la relación entre Aiden y Mila.

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Aquí tienes el Capítulo 1 de Love in the Rain, con el título incluido:

Capítulo 1: El Comienzo Bajo las Nubes

El cielo amaneció cubierto de un gris apagado, como si el mundo se hubiese quedado sin colores. Aunque no llovía todavía, el aire llevaba esa humedad especial que anunciaba una tormenta cercana. Era el primer lunes de abril, y en el Instituto San Miguel, los pasillos se llenaban lentamente de estudiantes que arrastraban mochilas, bostezos y ganas de volver a casa.

Aiden caminaba solo, como siempre. Los audífonos le cubrían los oídos, aunque no sonaba música alguna; los usaba para no tener que hablar. En su cuello colgaba su cámara, una vieja Canon que había sido de su hermana. Sus pasos eran tranquilos, como si todo alrededor fuera parte de una película que él solo observaba desde detrás del lente.

En clase de Lengua, la profesora Solís dejó una pila de hojas sobre su escritorio y anunció con voz seria:

—Nuevo proyecto. Tema: Las cosas invisibles del corazón. Podrá ser un ensayo, un relato, incluso un diario compartido. Lo entregarán en parejas… y sí, yo las asignaré.

Algunos estudiantes se quejaron, otros se miraron entre ellos con nervios. Aiden apenas levantó la vista.

—Aiden estará con… Mila.

Hubo un pequeño revuelo. Mila era conocida por su energía y su risa contagiosa. Una de esas personas que parecía brillar incluso en días nublados. Mientras los demás seguían con sus reacciones, ella se acercó a la mesa de Aiden y se sentó a su lado sin pensarlo mucho.

—Hola, Aiden —dijo con voz suave, amable—. Supongo que ahora somos equipo.

Él la miró por unos segundos, asintió levemente y volvió la vista a su libreta.

—¿Te parece si nos vemos esta tarde en el parque central? —sugirió ella sin perder la sonrisa—. Tal vez podamos empezar con una lluvia de ideas… si es que no llueve de verdad.

Aiden dudó un momento, pero asintió de nuevo. No estaba acostumbrado a que alguien se acercara con tanta naturalidad.

Esa tarde, como si el cielo hubiese escuchado sus palabras, empezó a lloviznar. Aiden llegó al parque con la cámara bajo su chaqueta. Mila ya lo esperaba, sentada bajo un toldo de madera, escribiendo en su cuaderno.

—Viniste —dijo ella, sorprendida—. Pensé que te echarías atrás.

—No suelo hacer eso —respondió él en voz baja.

Ella sonrió.

—¿Sabes? Siempre he creído que todos tenemos emociones invisibles… como colores que nadie puede ver. A veces me gustaría poder captarlas.

Aiden se sentó a su lado y, por primera vez, habló un poco más.

—Tal vez las fotos puedan hacerlo. Mostrar lo que otros no ven.

Mila lo miró con atención, como si él acabara de abrir una puerta invisible entre los dos.

—Entonces... ese será nuestro proyecto. Las cosas que no se ven, pero que se sienten. ¿Te parece?

Él asintió, esta vez con una pequeña sonrisa.

Y así, bajo una lluvia tenue de abril, comenzó algo que ninguno de los dos esperaba