Hace 4 años ocurrió una de las tragedias más grandes de mi vida. Esa fue la primera vez que sentí la muerte de cerca, y no lo puedo olvidar. Cada vez que lo recuerdo, me invade una mezcla de temor y coraje. Todo sucedió en un pequeño pueblo de campo, donde vivía con mi abuelo, un monje muy sabio que poseía el control de la magia.
Siempre me maravilló su capacidad. La magia, o maná, como él la llamaba, era algo extraordinario. Desde pequeño, soñaba con poder usarla, pero para mí era imposible. Sin embargo, mi abuelo no desistió conmigo. Aunque no podía acceder al maná, me enseñó artes marciales y el manejo de espadas. Cada tres meses, mi abuelo me realizaba un extraño ritual. Le llamaba "bautismo". Nunca lo entendí del todo, pero él siempre decía que era para protegerme.
Después de uno de esos bautismos, me fui a acostar. El día había sido agotador, y apenas mi cabeza tocó la almohada, el sueño comenzó a invadirme. Pero esa noche sería diferente. De repente, fui despertado por gritos y el eco lejano de explosiones. Mi corazón se aceleró. Algo terrible estaba ocurriendo.
Fui a la ventana y vi que el pueblo estaba en llamas. Las personas corrían aterrorizadas, sus gritos llenaban el aire, mezclándose con el rugido de las explosiones. En medio del caos, noté a una figura encapuchada acercándose a mi abuelo. Al principio, parecía que estaban conversando, pero pronto la situación se tornó violenta. Mi abuelo me hizo una señal urgente para que escapara.
En ese instante, la figura encapuchada giró su rostro hacia mí. Sus ojos rojos brillantes me provocaron un terror que jamás había experimentado. La desesperación me impulsó a correr. A mi alrededor, el fuego devoraba todo y los cuerpos caídos de los habitantes del pueblo eran una visión aterradora. El humo espeso dificultaba mi respiración, y la pregunta resonaba en mi mente: ¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy aquí así?
Mi angustia aumentó cuando vi a mi abuelo ser lanzado por el aire como si fuera una marioneta sin hilos. Mi instinto me llevó a correr hacia él, pero en ese momento, la figura encapuchada apareció detrás de mí. Su presencia era abrumadora. “¿Eres tú?” preguntó con una voz gélida. Me giré, solo para recibir una paliza brutal que me arrojó contra una piedra. El dolor nubló mi visión y, con los ojos cerrándose, solo pude ver cómo el ser asesina a mi abuelo con frialdad.
En ese momento, un grito desgarrador escapó de mis labios. Desperté, jadeando y empapado en sudor, solo para darme cuenta de que estaba en mi habitación. Todo había sido una pesadilla, pero su intensidad me mantenía despierto y tembloroso. La puerta se abrió de golpe, y allí estaba Yarinaoshi Forger, su rostro preocupado mientras entraba en la habitación.
Yarinaoshi entró rápidamente en la habitación, su rostro lleno de preocupación.
—¿Qué pasó? —preguntó, su voz seria pero calmada—. Te escuché gritar.
Aún jadeando, traté de controlarme mientras las imágenes de la pesadilla seguían revoloteando en mi mente.
—Fue esa pesadilla otra vez... —murmuré, intentando que mi voz no temblara. Aún sentía el eco de aquellos ojos rojos, y la sensación del dolor al ser golpeado me recorría el cuerpo.
Yarinaoshi se acercó y me puso una mano en el hombro.
—Ya pasó. Tranquilo. —Sus palabras eran suaves, pero firmes—. Estoy aquí. Baja cuando estés listo, el desayuno ya está preparado.
Asentí, tratando de respirar profundamente para calmarme. Después de unos minutos, me levanté y, aunque mis piernas aún se sentían débiles, me dirigí al comedor.
Justo cuando comenzaba a recuperar un poco de paz, Yarinaoshi me preguntó:
—¿Estás listo para marchar hacia el Reino de la Flama Roja? —preguntó mientras se acomodaba en la mesa, con un tono de voz que dejaba claro que la salida era inminente.
Sentí una punzada en el pecho ante la mención del reino. Miré mi plato por un momento antes de responder.
—No veo la necesidad... —dije finalmente—. No puedo acceder a la magia, así que, ¿qué aporto yo en una misión como esta?
Yarinaoshi me observó en silencio por un momento, sus ojos evaluando mis palabras. Finalmente, habló con calma.
—No todo en este mundo depende de la magia. El Reino de la Flama Roja es un lugar increíble, pero tus habilidades con la espada y las artes marciales no son algo que puedas subestimar. Además, hay más en ti de lo que tú mismo sabes.
Las palabras de Yarinaoshi resonaron en mi mente, recordándome que, aunque no tenía acceso al maná como mi abuelo o como otros, tal vez había más en mí de lo que comprendía.
La pregunta era: ¿estaba dispuesto a descubrirlo?
pesar de las palabras de Yarinaoshi, no podía sacudirme la duda que sentía sobre ir al Reino de la Flama Roja. La idea de aventurarme a un lugar tan peligroso, sin el poder del maná, me hacía sentir inseguro, como si no perteneciera a esa misión.
—No me siento capaz de ir a ese lugar… —dije en voz baja, sin atreverme a mirar a Yarinaoshi a los ojos.
Pero Yarinaoshi no cedía. Su insistencia no era agresiva, sino más bien una mezcla de firmeza y optimismo.
—Mira —empezó, con un tono más relajado—. El Reino de la Flama Roja no es solo un lugar de desafíos. Conozco a muchas personas allí. Harás amigos, lo prometo. Además, hay algo más que debes considerar. Serás bienvenido en una de las familias más prestigiosas: los Neverhland.
Levanté la cabeza ligeramente, intrigado por ese nombre.
—Neverhland… —repetí, sin poder evitar un toque de curiosidad.
Yarinaoshi asintió.
—Sí, su líder es Bell Strom, un mago extremadamente poderoso. Ha guiado a su familia durante generaciones, y su reputación como protector de los suyos es impecable. Si llegas allí, serás parte de algo más grande. No solo te convertirás en miembro honorario de la familia, sino que estarás rodeado de personas que pueden enseñarte y apoyarte en tu viaje, incluso si no tienes acceso al maná. —Hizo una pausa, mirándome fijamente—. Sé que no crees en tu valor ahora, pero esto puede ser la oportunidad que necesitas para descubrirlo.
La propuesta parecía casi irreal. Unirme a una familia prestigiosa, estar bajo la protección de un mago legendario… pero la duda seguía carcomiéndome por dentro. Había algo en mí que me hacía sentir que, sin el poder de la magia, nunca podría ser realmente útil. Sin embargo, las palabras de Yarinaoshi empezaban a hacer eco en mi mente.
—No todo depende de la magia —me recordó—. Tu abuelo lo sabía, y por eso te enseñó otras habilidades. ¿No crees que es hora de ver por ti mismo hasta dónde puedes llegar?
El Reino de la Flama Roja y la familia Neverhland... ¿podrían ser realmente la clave para que descubriera mi verdadero potencial? Todavía no estaba seguro, pero algo dentro de mí, quizás una pequeña chispa, comenzaba a encenderse.
—Está bien… —dije finalmente, sin estar completamente convencido, pero con la mente más abierta—. Iré.
Yarinaoshi sonrió, satisfecha con mi respuesta.
—Sabía que aceptarías. Prepárate, partimos al amanecer.
En este punto, el viaje al Reino de la Flama Roja puede convertirse en una oportunidad crucial para el protagonista de descubrir su propio poder, desarrollar nuevas relaciones, y enfrentarse a desafíos que lo harán crecer tanto interna como externamente. El Reino y la familia Neverhland también pueden introducir nuevos conflictos, aliados, y una exploración más profunda de la magia y el destino del protagonista.
Entonces, con un nudo en el estómago y las manos temblorosas, comencé a alistar mis cosas. No llevaba mucho: una espada que mi abuelo me había dejado, ropa, y algunos recuerdos que me aferraban al pasado. No tenía la certeza de que unirme a la familia Neverhland fuera lo correcto, pero había una chispa de esperanza en mí, una pequeña voz que decía que tal vez, solo tal vez, podría llegar a ser algo más, un mago prestigioso como Yarinaoshi esperaba.
Cuando todo estuvo listo, bajé las escaleras para encontrarme con Yarinaoshi. Ella estaba allí, con una sonrisa tranquila pero llena de confianza.
—Sabes que esto es solo el comienzo, ¿verdad? —me dijo mientras me ofrecía la mano para un último apretón antes de despedirnos—. Lo que hagas en el Reino de la Flama Roja dependerá de ti.
—Lo sé —respondí, tratando de sonar más seguro de lo que realmente me sentía.
Con una última mirada a Yarinaoshi, me dirigí hacia el auto que nos esperaba afuera. Era un vehículo de lujo, más de lo que alguna vez había visto en este pequeño pueblo. El hombre que lo conducía estaba vestido con un traje negro impecable, sus ojos ocultos tras gafas oscuras que reflejaban mi imagen.
—Bienvenido —dijo con una voz profunda y formal mientras abría la puerta trasera—. El viaje hacia el Reino de la Flama Roja comenzará ahora.
Asentí en silencio y subí al auto, sintiendo que con cada paso dejaba atrás una parte de mí. La puerta se cerró suavemente, pero el sonido retumbó en mis oídos como el cierre de un capítulo. Me acomodé en el asiento de cuero mientras el vehículo comenzaba a moverse.
Mientras el auto avanzaba por el camino de tierra que pronto se conectaría a una autopista, miré por la ventana, viendo cómo mi hogar desaparecía lentamente en la distancia. Mi vida tal como la conocía se quedaba atrás, y frente a mí se abría un futuro incierto. Pero ya no había vuelta atrás. Este viaje al Reino de la Flama Roja sería mi oportunidad de descubrir si realmente estaba destinado a algo más.
El paisaje cambiaba rápidamente mientras avanzábamos, y la idea de encontrarme con Bell Strom y unirme a la familia Neverhland se sentía cada vez más real. ¿Podría convertirme en un mago como los de las historias? O, tal vez, descubriría algo más profundo, algo sobre mí mismo que ni siquiera había imaginado.
Los pensamientos se arremolinaban en mi mente mientras el auto aceleraba hacia lo desconocido.
Después de un recorrido por el reino, el auto se detuvo frente a la Mansión Neverhland. Era enorme y lujosa, mucho más de lo que jamás habría imaginado. Sus altas torres, los jardines perfectamente cuidados y la fachada majestuosa hablaban de poder y prestigio. Un mayordomo me esperaba en la entrada, inclinandose levemente mientras me daba la bienvenida con una voz formal.
—Bienvenido a la Mansión Neverhland —dijo el mayordomo, cuyo porte era tan imponente como el lugar mismo—. Me llamo Dorian, y me encargaré de que su estancia aquí sea confortable.
Abriendo la puerta, en ese entonces veo a Bell storm en lo más alto de la escalera bajando lentamente.
-bienvienido, niño- dijo con una voz grave pero cálida -yo soy Bell strom el jefe de la familia Neverhland espero que te sientas cómodo.
A lo cual le agradezco la buena bienvenida.
Y se ofrece a mostrarme el lugar.
-ven te mostraré el lugar espero que te guste
Después de un buen rato explorando el lugar, nos detuvimos en un pasillo más tranquilo. De repente, una pequeña figura apareció a mi lado. Era una elfo, no más alta que mi cintura, con orejas puntiagudas y ojos brillantes que reflejaban simpatía. Llevaba un vestido sencillo pero elegante, y sus movimientos eran ágiles y rápidos.
—Bienvenido —dijo con una sonrisa cálida—. Yo soy Rita, la ama de llaves de la mansión. Me encargaré de mostrarte tu habitación.
Es un placer conocerte, Rita —respondí, sorprendido por la inesperada aparición, pero agradecido por su amable actitud.
Bell Strom asintió, dándome una última mirada.
—Estás en buenas manos. Descansa y prepárate, mañana comenzarás a conocer lo que significa formar parte de Neverhland.
Con esas palabras, Bell Strom se alejó por el pasillo, dejándome a solas con Nita. Ella me miró con curiosidad antes de darme un pequeño tirón de la manga.
Ven, te llevaré a tu habitación. Espero que te sientas como en casa aquí —dijo mientras caminaba delante de mí.
Al llegar a la habitación empecé acomodarme a lo cual la pequeña elfo se despide y me da las buenas noches.
Esa noche, mientras intentaba conciliar el sueño, la pesadilla volvió a invadirme con la misma intensidad que siempre. El hombre encapuchado con los ojos rojos brillantes, el fuego, los gritos, todo volvió a atormentarme. Desperté de golpe, pegando un grito ahogado, con el corazón palpitando desbocado.
El miedo me impulsó a salir de la habitación, buscando algo de consuelo en un vaso de agua. Bajé por las escaleras con pasos apresurados, tratando de respirar con calma y controlar mi agitación. Me dirigí a la cocina, esperando que un simple vaso de agua ayudara a apaciguar el tormento en mi mente.
Al entrar en la cocina, me encontré con una escena inesperada. En una de las mesas, una chica hermosa estaba sentada, con el pelo de color naranja brillante y ojos verdes que reflejaban una calma tranquila. La figura de la chica era casi etérea bajo la luz suave de la cocina, y me miró con curiosidad mientras yo tomaba el vaso de agua.
—tu debes ser hiro no?—preguntó con una voz suave y reconfortante.
- ehh si, qtal -le respondo con una voz tímida y vergonzosa.
Tirándome una mirada seductora y con una sonrisa, invitándome a sentarme con ella.
Qué haces despierto a estas horas de la noche? —me preguntó con curiosidad.
—Solo vine por un vaso de agua —respondí, mientras tomaba un sorbo de mi bebida—. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí a esta hora?
—Sueldo venir a este lugar porque es tranquilo en medio de la noche. Me ayuda a relajarme —dijo ella, su voz reflejando una calma que contrastaba con la inquietud que sentía—Porque no te sientas conmigo un rato.
Asistiendo con la cabeza, voy junto a ella
Sentadome en frente suyo y preguntandole por su nombre
Ella mientras revolvía el café mirando fijamente sonriendo me dijo- me llamo Alice Stone, mucho gusto Hiro.