capitulo 2: el nuevo integrante

—Eso es bueno, muy bueno —dijo Alice con una sonrisa suave.

Después de dar un último sorbo a su café, Alice dejó la taza sobre la mesa, se levantó con elegancia y, con una expresión coqueta, se despidió de Hiro.

—Que tengas una buena noche, chico nuevo.

Hiro se quedó inmóvil en la cocina, atrapado en un momento de asombro. La imagen de Alice quedó grabada en su mente. Su belleza, su voz, incluso la forma en que sonreía… todo parecía sacado de un sueño. Lentamente, dejó el vaso de agua en la encimera y se dirigió a su habitación, aún con la mente vagando.

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Al día siguiente…

Los primeros rayos del sol apenas asomaban por el horizonte cuando Nia, la pequeña elfa de cabellos dorados, entró sigilosamente en la habitación de Hiro. Con una sonrisa traviesa, se acercó a la cama y, sin previo aviso, tiró de las sábanas.

—¡Despierta, Hiro! El señor Bell te espera para el desayuno —dijo alegremente, mientras Hiro, aún medio dormido, intentaba ubicarse en la realidad.

Con ojos adormilados, Hiro se sentó en la cama. La noche había sido inquieta; sus pensamientos giraban en torno a su llegada a la mansión Neverland, la presencia imponente de Bell Strom y, sobre todo, la misteriosa chica de la cocina.

—¡Vamos! No querrás hacerlo esperar —insistió Nia, empujándolo con suavidad.

Hiro se vistió rápidamente y bajó las escaleras hacia el gran comedor. Al llegar, encontró a Bell sentado en la cabecera de la larga mesa. Su figura destacaba: serena pero imponente. A su derecha, Alice lo saludó con una sonrisa juguetona, lo que provocó un leve rubor en las mejillas de Hiro al recordar su breve encuentro nocturno.

—Buenos días, Hiro. Siéntate, por favor —dijo Bell con una voz firme pero amable.

—B-buenos días —respondió Hiro, sentándose con algo de torpeza.

De repente, la puerta del comedor se abrió y apareció Lenor, el mayordomo de la mansión, tan elegante como siempre.

—Señor Bell, el escuadrón ha regresado de su misión —anunció con solemnidad.

Bell dejó su taza sobre la mesa y sonrió.

—Perfecto. Justo a tiempo.

El ambiente en el comedor cambió de inmediato. Algo importante iba a suceder.

Segundos después, las puertas se abrieron nuevamente y entraron los miembros del escuadrón. Su sola presencia imponía respeto. Sin embargo, al ver a Bell sentado en la cabecera, detuvieron su paso, visiblemente confundidos.

—¿Qué haces aquí? —preguntó uno de ellos.

Bell rió con suavidad.

—¿No puedo desayunar con la familia de vez en cuando?

Las miradas confusas se transformaron en sonrisas nerviosas. No era común verlo allí. Bell solía ocuparse de asuntos más serios y raramente compartía los momentos cotidianos con el resto.

—También se me hizo raro cuando lo vi —agregó Alice, divertida.

—Bueno, hay un nuevo miembro en la familia —dijo Bell, señalando a Hiro—. Pensé que sería adecuado presentarme formalmente.

Bell extendió la mano en dirección a Hiro y comenzó a presentar a cada uno.

—Ellos son Nakashi Shirojū, Frost Fuyuki, Emily Rose y Bennett. Tu nuevo equipo.

Hiro se levantó y se acercó, saludando uno a uno.

—Es un placer conocerlos —dijo con una sonrisa amistosa.

Nakashi fue el primero en estrechar su mano.

—Bienvenido, Hiro. Espero que te sientas cómodo aquí.

Luego vino Frost. La tensión entre ellos fue palpable. Frost lo observaba con una expresión de desconcierto y miedo.

—¿Estás bien? —preguntó Hiro, preocupado.

Frost apretó su mano con una leve sonrisa.

—Todo está bien… bienvenido.

Nakashi, que observaba la escena, notó la actitud extraña de su compañero, pero no dijo nada.

Emily fue la siguiente. Tomó la mano de Hiro con firmeza y le guiñó un ojo.

—Bienvenido, chico nuevo.

Bennett, más efusivo, lo saludó con un apretón de manos seguido de un cálido abrazo.

—Espero que seamos buenos amigos.

—Bueno, chicos —interrumpió Bell—. Ahora que todos se conocen, ¿qué les parece si desayunamos juntos?

El grupo se sentó nuevamente, y durante el desayuno, la atmósfera se volvió más relajada. Risas suaves, bromas ocasionales y miradas curiosas hacia Hiro acompañaron el primer encuentro oficial como equipo.

Ya en los últimos momentos del desayuno, Lenor se acercó discretamente a Bell y se inclinó con respeto.

—Señor, la señorita Levi los espera en el campo de entrenamiento.

Bell sonrió.

—Perfecto. Creo que ha llegado el momento.

Todos se pusieron de pie, sabiendo que el día apenas comenzaba.

—Bueno, chicos —anunció Bell, mirando especialmente a Hiro—. Es hora del entrenamiento.

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Campo de entrenamiento – Mansión Neverland

El grupo se dirigió al campo acompañando a Bell. Muchos lo observaban con desconcierto. Era raro que se presentara en este tipo de sesiones. Él solía estar al margen de los entrenamientos cotidianos.

Al llegar, Bell se instaló cómodamente en un sillón bajo una sombrilla, con un vaso de jugo de limón en la mano. Al parecer, todo estaba preparado.

Nakashi, intrigado, se giró hacia Serena, que observaba desde el borde del campo.

—Oye, ¿sabes qué se trae el señor Bell? —preguntó en voz baja.

—Ni idea… pero parece que todo esto tiene que ver con el chico nuevo —respondió Serena, sin apartar los ojos de Hiro.

Nakashi siguió mirando al muchacho con una mezcla de duda y fascinación. Algo había en él, algo que incluso Bell parecía considerar importante.

En ese instante, una figura se abrió paso entre los presentes. Era Levi, la entrenadora, de porte firme y mirada afilada. Se colocó en el centro del campo con la seguridad de quien domina su entorno.

—Muy bien, basta de charlas —dijo con tono autoritario—. Hoy tendrán un duelo de espadas. Nada de magia, quiero ver de qué están hechos.

Todos adoptaron una postura seria.

—Este entrenamiento fue solicitado por el señor Bell Strom —añadió Levi, paseando la mirada por cada uno—. Así que quiero que se lo tomen en serio.

El silencio se hizo espeso. La tensión creció.

Levi levantó la mano.

—¡Que comience el entrenamiento!