Arañas de la sombra

 

Mientras más se internaban en las ruinas, más grande era la desilusión. A su paso solo encontraron papeles desgastados, documentos ilegibles y escombros húmedos. Nada que valiera ni un cobre.

Con rostros cansados y amargos, Fista y Arthur se dirigieron a lo que parecía ser la última sala. Desde lejos, la tenue luz de la antorcha reveló dos siluetas sobre un carbón oscuro en el suelo.

Un hedor a sangre fresca y podredumbre se hizo más fuerte con cada paso. Ambos avanzaron con cautela.

De pronto, algo se movió entre las sombras pegadas a las paredes. Donde la luz no llegaba, figuras acechaban. El ambiente se volvió más denso.

—Quédate atrás —ordenó Fista, frunciendo el ceño.

Rápidamente, sacó de su bolsa un pequeño objeto redondo que emitía una débil luz al activarlo. Lo lanzó hacia un rincón.

Al instante, varias criaturas de más de un metro de altura se lanzaron contra ellos desde la oscuridad.

—¡Arañas de la sombra! —gritó Fista.

Con una agilidad envidiable, esquivó el primer ataque. Sus dagas destellaron al repeler a las bestias, rebanando una de sus patas. Las criaturas emitieron un chillido seco.

Arthur, por su parte, apenas logró retroceder a tiempo. Una de las patas rasgó su reluciente armadura de lino, dejando una herida superficial pero ardiente.

Maldición… fue una sabia decisión gastar mi fortuna en este equipo de caza. Sin esta armadura me habrían atravesado…

Se volvió hacia su compañera, con la voz temblorosa:

—¡Señorita Fista! ¿Se encuentra bien?

—Estoy bien. ¡Cuidado con sus patas! Son tan filosas como cuchillas… y el solo tocarlas provoca irritación. También escupen veneno.

Arthur tragó saliva.

—¿Veneno? ¡Genial! ¡No traje nada contra el veneno!

—Solo no dejes que te toquen. El veneno no es tan fuerte como para matarte al instante.

—Perfecto —gruñó Arthur, esquivando otra embestida—. Entonces viviré un poco más si me envenenan…

Las criaturas eran veloces, más de lo que parecían al principio. Arthur rodó hacia un lado, sintió un zarpazo pasar rozando su cuello, y respondió con un tajo desesperado de su daga.

Las sombras se movían como si fueran parte del enemigo. Una araña trepó por la pared y se lanzó desde lo alto. Fista giró sobre sí misma y la atravesó en pleno salto. Pero su respiración ya estaba agitada.

—¿Qué clase de habilidad tienes, Arthur? —preguntó ella sin apartar la vista del combate.

El corazón de Arthur dio un vuelco.

Esa pregunta…

La que siempre había evitado. La que definía quién era, o quién no era, en ese mundo.

Una de las arañas atacó desde un costado. Arthur apenas logró retroceder, sintiendo el filo de una garra cortarle la manga.

Maldición… maldición… no puedo seguir fingiendo.

Fista, por su parte, mostraba señales de agotamiento. Una herida sangraba en su hombro, pero su temple permanecía firme. Cada esquiva, cada contraataque, era el resultado de años de esfuerzo. Pero incluso los más entrenados tienen un límite.

Arthur jadeó, con los músculos ardiendo y el alma al borde del colapso.

—¡Señorita Fista… tengo que contarle la verdad…!

Las arañas acechaban. Las antorchas temblaban. Y las sombras parecían cerrarse sobre ellos como si las ruinas mismas quisieran devorarlos.

Fin del capítulo.

📜 Reflexión desde la cripta.

"A veces, las verdades son lo más doloroso de decir… pero más doloroso aún es vivir con la mentira devorando tus emociones reprimidas".

🖋️💀 — Esqueleto de la Cripta.

(que escribe desde lo olvidado, para quienes aún recuerdan)