Los pasos de Valentina eran firmes mientras caminaba hacia la salida, con la mente puesta en encontrar otro lugar con precios más razonables. Sin embargo, antes de que pudiera dar otro paso, Raymond tomó suavemente su mano, atrayéndola de nuevo hacia él.
Su tacto era cálido, firme.
—Valentina —dijo suavemente, con voz tranquila pero decidida—. No tienes que preocuparte por el precio. Puedo permitírmelo.
Inmediatamente ella suspiró, negando con la cabeza.
—Ese no es el punto, Raymond. Es solo un anillo. Gastar tanto parece innecesario.
Los labios de Raymond se curvaron en una pequeña sonrisa.
—Puede que para ti sea solo un anillo, pero para mí es un símbolo de nuestro compromiso. No quiero darte cualquier cosa—quiero darte lo mejor, porque te lo mereces.