Al escuchar lo que Bernard acababa de decir, todos no pudieron evitar mirarlo con curiosidad.
Entonces Bernard apretó los puños, su rostro hinchado temblando mientras hablaba.
—Ni siquiera pude defenderme —admitió, su voz transmitiendo tanto humillación como incredulidad—. La bofetada... no era normal. —Sus ojos recorrieron la habitación, como si esperara que alguien entendiera lo que estaba diciendo—. Era tan fuerte—tan precisa—que no podía creerlo.
En ese momento su pecho se hinchó mientras tomaba una respiración profunda. Luego, como para probar sus palabras, abrió la boca ampliamente y señaló los dos espacios vacíos donde solían estar sus dientes.
—¡Miren esto! —gritó—. ¡Miren! —Su voz se quebró.
—¡Perdí dos malditos dientes por esa bofetada!
La habitación quedó en silencio nuevamente.
La sonrisa burlona de María vaciló. Liam, que había estado observando la conversación con desinterés casual, ahora se sentó un poco más erguido.