CAPÍTULO 89

—¿Un malentendido? —repitió el dueño con una risa helada, cargada de incredulidad—. ¿Así que ahora estoy oyendo cosas? Le dijiste a un cliente que este coche no está a la venta, pero está en la sala de exposición VIP. ¿Necesito que me revisen los oídos, o eres simplemente así de estúpido?

En ese momento, a Harrington se le cortó la respiración cuando la voz al otro lado de la línea rugió a través del teléfono.

—¡Si sabes lo que te conviene, vende ese Lamborghini al comprador legítimo inmediatamente!

La ira en el tono de su jefe le provocó un escalofrío por la espalda.

—Y escucha con atención: si no quieres ser despedido en el acto, te disculparás sinceramente. Si no, ¡considérate desempleado!

Sin esperar una respuesta, la llamada terminó abruptamente.

Siguió un silencio sofocante, pero el peso de las palabras cayó sobre él instantáneamente.

Por un breve momento, se quedó allí parado, con el rostro pálido, las manos temblorosas.

Luego... pánico.