Raymond no respondió de inmediato, así que Valentina le tomó suavemente la mano, acariciándola con el pulgar.
—Raymond —continuó Valentina, con voz más suave que antes—. Sé que te duele mucho cuando alguien me falta al respeto. Pero ya le has demostrado que no puede hacerlo de nuevo. Ahora lo entiende. Por favor, perdónalo, solo por mí.
En ese momento, Raymond giró lentamente la cabeza para mirar a Valentina. Sus ojos tranquilos y gentiles hicieron que se sintiera menos enojado. Respiró profundamente, y sus hombros tensos se relajaron un poco. Valentina vio el cambio y le apretó suavemente la mano.
—Ven, Raymond —dijo en voz baja, tirando suavemente de su mano—. Dejemos todo esto atrás.
Sostuvo la mano de Raymond con más firmeza, guiándolo lentamente lejos del gerente, tratando de distraer su mente de lo que acababa de suceder.