En ese momento, su padre dejó escapar un profundo suspiro, sus dedos apretándose en un puño. La tensión en la habitación se intensificó. Lentamente dirigió su mirada hacia ella, y por primera vez, Chloe notó algo que raramente veía en él: derrota.
—Si hubiera logrado divorciar a esos dos —finalmente habló, con voz baja y afilada—, ¿crees que estaría sentado aquí así? —se burló, recostándose en la silla—. Estaría bebiendo, celebrando, no cavilando en silencio.
En ese momento Chloe tragó saliva. Esta no era la respuesta que esperaba.
—Entonces... ¿qué pasó? —preguntó vacilante.
Sus ojos se oscurecieron, sus labios curvándose con disgusto.
—El maldito abogado huyó.
Al escuchar lo que su padre acababa de decir, los ojos de Chloe se abrieron con incredulidad. Por un momento, solo lo miró fijamente, tratando de procesar sus palabras.
—¿Qué? —finalmente soltó, su voz impregnada de confusión—. ¿Qué quieres decir con que el abogado huyó?