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En ese momento las rodillas de Sebastián casi cedieron. Retrocedió un paso tambaleándose, apoyándose en la mesa. —¿Qué quieres decir con... nadie? —susurró—. Eso no puede ser posible...
—Se están retirando —dijo su padre—. Uno tras otro.
Un sudor frío brotó inmediatamente en la frente de Sebastián. Se volvió hacia el control remoto del televisor como un hombre poseído, lo agarró y encendió la pantalla.
Las noticias sonaron al instante, fuertes e implacables.
«...El impactante declive de BlackRock Holdings ha enviado una ola a través de la comunidad empresarial. Se advierte a los inversores que actúen con cautela. Fuentes confirman múltiples demandas pendientes contra el conglomerado...»
El mismo anuncio. Las mismas palabras. Una y otra vez.
La boca de Sebastián se abrió. Su pecho se agitaba. La voz de su padre se convirtió en un ruido de fondo mientras la realidad lo golpeaba como una ola.
Su empresa... su imperio... se estaba derrumbando.