Colocó la pastilla en la mano de Valentina con una tierna sonrisa.
—Te ayudará a descansar adecuadamente —continuó Cecilia—. Calmará tu cuerpo, fortalecerá tu espíritu y te ayudará a recuperarte en poco tiempo.
Valentina dudó solo un segundo antes de confiar completamente en ella.
Sin perder más tiempo, colocó la pastilla en su lengua y la tragó con un sorbo de agua del vaso junto a su cama.
El efecto fue casi inmediato.
Una sensación cálida y tranquilizadora se extendió por su cuerpo, comenzando desde su pecho y moviéndose hacia afuera.
Sus músculos se relajaron.
El palpitar detrás de sus ojos disminuyó.
Incluso la debilidad persistente por las drogas parecía desvanecerse poco a poco.
En ese momento, los labios de Valentina se entreabrieron con asombro mientras se sentaba un poco más erguida.
—Madre... —dijo suavemente, con la voz llena de asombro—. Está funcionando... Puedo sentir que ya está funcionando. Es increíble.