Sarah
Por un momento, no sé cómo responder.
Pero lentamente me relajo en su abrazo, mi cuerpo amoldándose a su calidez. Si está frío, no lo siento. Si acaso, él irradia calor.
Tomo un respiro tembloroso, dejando que mis dedos rocen ligeramente su espalda desnuda. —No te siento frío —susurro.
Él exhala contra mi cabello, sus brazos apretándose ligeramente. —Entonces quizás tú eres lo suficientemente cálida para ambos.
Quiero decir algo, pero no quiero romper cualquier momento frágil que exista entre nosotros. Así que solo cierro los ojos y me dejo hundir en él.
Los minutos pasan en silencio, el ritmo constante de su respiración arrullándome en una sensación de calma que no he sentido en mucho tiempo.
Matthew se mueve ligeramente, su agarre sobre mí nunca aflojándose. Su aliento es cálido contra mi frente, constante y parejo, pero puedo notar que sigue despierto.
—Duérmete, Sarah —dice.
—Estoy durmiendo —bromeo.