La Fiesta

Matthew

Ella no sabe que la estoy observando.

Al menos, no creo que lo sepa.

Sarah está de pie frente al espejo, sujetando los últimos mechones de cabello. Hay un pliegue de concentración entre sus cejas, de esos que me dan ganas de acercarme y alisarlo con mi pulgar.

Pero no lo hago.

En cambio, me apoyo en el marco de la puerta de su habitación, con los brazos cruzados, y observo. Aún no se ha puesto el vestido, el verde, pero incluso con la bata que lleva puesta, ya está resplandeciente. Hay algo en la forma en que se mueve cuando cree que nadie la está mirando. Más suave. Más libre.

Se gira un poco y me ve. Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí parado? —pregunta, con voz ligera.

—Acabo de llegar —miento.

Ella arquea una ceja. —Sí, claro. —Se inclina para recoger algo de su tocador.

Mis ojos se fijan en la horquilla plateada en su mano. La que le regalé en nuestra luna de miel.