La vieja señora Lee tenía sesenta y tantos años, gozaba de buena salud, y su única dolencia era un leve caso de cataratas.
Ella estaba criando sola a una niña pequeña envuelta en pañales, supuestamente su nieta, que ya tenía más de un año.
Hasta que dio a luz, siempre había sido Meng Wanhua quien cocinaba.
Algunas veces, cuando iba a la entrada del callejón para llamar a Zhao Tianzhi para comer, jugaba con la niña. La niña estaba lastimosamente delgada, excepto por sus ojos claros y alertas que delataban su edad, efectivamente más de un año. Desde cualquier otro aspecto, la gente podría creer que solo tenía dos o tres meses.
Meng Wanhua sintió entonces cuán frágil era la vida de un niño y juró proteger bien a su propio hijo después de su nacimiento.
Pero nunca esperó que el día que fue a llamar a Zhao Tianzhi para comer y no la vio, en cambio viera a Zhao Sulan con un embarazo avanzado.