Al escuchar la voz de Meng Chuyue, Qin Weilan sonrió y empujó a Shen Ci hacia afuera.
—Date prisa y ve, me gusta esta nuera mía, debes vigilarla de cerca.
Shen Ci la miró con severidad.
—Si no dejas de apostar, no me casaré.
La sonrisa astuta de Qin Weilan se extendió por su rostro.
—Lo dejaré, lo dejaré, ¿de acuerdo?
Shen Ci entrecerró los ojos mirándola.
—¿En serio?
—Absolutamente cierto, eh, hablemos de esto más tarde, ve allá primero.
Shen Ci dejó de hablar, abrió la puerta y miró a Meng Chuyue con ternura.
—Chuyue, ¿qué necesitas que haga?
Meng Chuyue se puso de puntillas y le susurró al oído.
—Mis abuelos no creen que tenga pareja; ve y acláraselo.
Una fugaz sonrisa rozó los labios de Shen Ci, su respuesta tierna y afectuosa.
—De acuerdo.
Desde donde estaba Meng Jingfen, podía ver a Shen Ci en su totalidad.