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Audrey sacudió la cabeza con incredulidad. —Ese hombre es más que tóxico. Necesita una buena bofetada. Te juro que si alguna vez se presenta frente a mí, lo golpearé. —Agarró los hombros de su amiga, su mirada suavizándose—. Ana, tienes que salir de ahí.
Los labios de Ana se apretaron en una fina línea. —Lo sé. —Solo necesitaba averiguar cómo.
Suspiró, apartando a Denis de su mente. —Déjalo, Audrey. No vale nuestro tiempo. —Entrelazó su brazo con el de Audrey, dirigiéndola hacia la entrada—. Vamos a entrar. Necesito tu ayuda para elegir un regalo para mi marido.
Audrey se detuvo a medio paso y se volvió hacia ella con una sonrisa pícara, con travesura bailando en sus ojos. —¿Oh? ¿Un regalo para tu recién estrenado marido? —arrastró las palabras burlonamente.
Las mejillas de Ana se calentaron ante la broma juguetona, y se mordió la esquina del labio inferior. —Es que... no sé qué le gusta. Pero pensé en comprarle una camisa.