—¿Una tarjeta de membresía? —Tania soltó una risa aguda y burlona—. Esto debe ser falso.
Ambas vendedoras jadearon al unísono, sus rostros llenos de incredulidad.
—¿Falso? —exclamó una de ellas.
—Las conozco muy bien a las dos: una es solo una simple secretaria, y la otra trabaja en la recepción de un hotel. ¿Cómo podría cualquiera de ustedes tener una tarjeta de membresía aquí? —Lanzó una mirada penetrante a las vendedoras—. Llamen a seguridad y échenlas de la tienda.
La tensión en la boutique se intensificó. Justo cuando una de las vendedoras alcanzaba el teléfono de la tienda para llamar a los guardias, una voz profunda y autoritaria resonó en la habitación.
—¿Quién se atreve a ponerle una mano encima a mi esposa?
Todas las cabezas se giraron hacia la entrada.
Un hombre alto e impresionante avanzó, irradiando poder y confianza. La pura intensidad de su mirada envió una ola de nerviosismo en el aire.