—¿Ah?
El rostro de Jiang Cheng estaba afligido, más angustiante para él que si lo hubieran matado.
Liu Lu pensó en Liu Jiao vendando los ojos de Jiang Cheng más tarde, y Lin Tian aprovechándose de ella sin restricciones.
—Ah... ah...
Liu Lu no pudo evitar gemir de nuevo.
—Mmm... mmm...
Liu Jiao también tarareó:
—Jiang Cheng, ¿no es divertido? ¿Estás ansioso por que tu hermana te vende los ojos, para que no puedas ver nada y solo puedas andar a tientas como un ciego?
—Pero no debes tocar donde no debes, o tu hermana no podrá evitar gritar.
—Ah... ah...
Liu Jiao comenzó a gemir.
Como si Jiang Cheng ya hubiera tocado donde no debía.
La mente de Jiang Cheng estaba llena de pensamientos salvajes.
No podía evitar esperar con ansias el momento en que Liu Jiao le vendara los ojos y pudiera manosear su cuerpo al azar.
Liu Lu gimió:
—Hermana... no hagas esto, Jiang Cheng... él no podrá resistirse a cometer... errores.