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—¿Estás bromeando, verdad? —le pregunté frunciendo el ceño. Estaba esperando un giro inesperado en la trama.
Ella soltó mis hombros y suspiró.
—No estoy bromeando, Clara. Todo lo que te dije es verdad. Has estado en mi vientre durante miles de años. Fue recientemente, hace treinta años, que finalmente saliste de mí. Tenías un cuerpo físico, a diferencia de mí. Nunca quise que te separaras de mí, Clara. Lamentablemente, durante dos años y unos meses, seguías siendo un bebé y no mostrabas signos de crecimiento. Te estabas enfermando y debilitando mucho. Me di cuenta de que tu cuerpo no era lo suficientemente fuerte para que siguieras en la luna conmigo. No tuve más remedio que descender al mundo y dejarte fuera de la casa de una amable pareja humana que, tristemente, no podía tener hijos propios.