Siseé y dejé de mirar fijamente al Alpha Dylan. En cambio, corrí al lado de Lucinda.
Lucinda estaba como a dos pasos de mí.
Me arrodillé a su lado y tomé su mano derecha.
Estaba comprobando su pulso cuando Alpha Dylan me preguntó:
—¿Cómo están ella y el bebé? ¿Están ambos bien?
Después de soltar la mano de Lucinda, me volví hacia Alpha Dylan con una brillante sonrisa en mi rostro.
—Felicidades, Alpha Dylan. Lucinda y el bebé van a estar bien —le dije y no dejé de notar cómo apretaba ambos puños y debió haber rechinado los dientes en secreto.
La enfermera Bárbara se acercó a mí. Estaba sudando profusamente.
—¿Qué pasa? —le pregunté al mirarla.
—Doctora Rebecca, sé que entré en pánico antes y grité demonio. Pero quiero estar segura. ¿Es realmente un demonio? —me preguntó. Había una mirada curiosa en sus ojos.
Conozco demasiado bien a la enfermera Bárbara. Aunque era enfermera, era una miedosa.