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Después de conectar el goteo intravenoso al brazo de Lucinda, revisé la hora en mi reloj de pulsera. —9 am —murmuré.
—¡Debo darme prisa y encontrarme con la Alfa Anastasia! No queda mucho tiempo —exclamé en voz baja, y en el segundo en que salí de la sala de aislamiento, fui recibida por innumerables enfermeras, médicos y reporteros que esperaban fuera de la sala de aislamiento.
¡¿Reporteros?!
¡¿Quién en su sano juicio permitió que los reporteros entraran a un maldito hospital?!
—Doctora, ¿es usted la encargada de cuidar a la paciente que fue poseída por un demonio? Escuchamos que la paciente es la amante del Alfa Dylan.
—Sí. ¿Está el Alfa Dylan de acuerdo con que pongas a su amante en una sala de aislamiento?
—Doctora, se dice que usted fue quien declaró que la amante del Alfa Dylan estaba poseída por un demonio.