—¡Lastima un solo cabello de su cabeza, y exterminaré a todo tu clan!
Una voz fría surgió de la nada, y una mano pálida apareció repentinamente, agarrando la muñeca de Liu Chun.
La vida concentrada en la punta de sus dedos desapareció por completo en un instante, volviéndose invisible.
Las pupilas de Liu Chun se contrajeron repentinamente, y por instinto retiró su mano, solo para descubrir que no podía liberarse en absoluto. Su mirada siguió el brazo que lo había agarrado y miró fijamente a la figura que apareció frente a él.
El recién llegado no era otro que Xiao Yi, vestido de negro.
De pie orgullosamente frente a Liu Chun, sosteniendo su muñeca con una mano, observó a los miembros heridos de la Familia Hu esparcidos por la plaza, sus ojos lentamente volviéndose fríos.
—¿Quién eres tú? ¿Sabes quiénes somos? ¿Te atreves a interferir en los asuntos de la Secta Kunur Nueve, acaso no temes morir? —Liu Chun entrecerró los ojos y dijo.
¡Bofetada!