—¡Has perdido!
Xiao Yi se mantuvo firme con su espada, su rostro lleno de burla mientras miraba a Zhou Yuan, quien había retrocedido decenas de yardas.
Un remolino de viento barrió el lugar, esparciendo la arena que volaba.
Grietas como telarañas se extendieron a lo lejos, junto con aquella terrible marca de espada de diez yardas de largo, haciendo que los poderosos espectadores quedaran en silencio como grillos en invierno, sin atreverse a emitir el más mínimo sonido.
Yue Cang estaba completamente atónito.
—E-Esa espada de recién...
Honestamente,
si esa espada lo hubiera alcanzado, sin duda habría muerto.
Antes...
Yue Cang todavía pensaba que merecía luchar contra Xiao Yi, pero esa espada acababa de desesperarlo, y dijo humildemente:
—¿Realmente pensé que podría enfrentarme a él? Con el poder actual de Xiao Yi, incluso Gai Qinglong, el número uno en los diez países de Nanhuang, no sería rival para él, ¿verdad?
Gu Junhe también se quedó sin palabras.