—¡Arriesguen todas sus vidas!
Xiao Yi entrecerró los ojos, mirando intensamente a los ministros que acababan de pedirle que se sacrificara para salvar el Reino Tianqing.
Los ministros se miraron entre sí con decepción.
El rostro envejecido de Ge Zheng tembló ligeramente, y sus ojos nublados se fijaron en Xiao Yi con profunda tristeza e ira.
—Locura, ¡está completamente loco! Señor Xiao, todos nosotros somos pilares del Reino Tianqing. Perder a uno solo de nosotros podría causar un caos inimaginable para el reino. ¿Cómo puede ser tan egoísta? ¿Solo por su propio deseo, arrastraría a todos con usted?
—Es cierto, su muerte podría salvar al Reino Tianqing, ¡pero nuestra muerte solo causaría caos en el reino, sin ningún otro beneficio!
—Le suplicamos sinceramente, Señor Xiao, que priorice la verdad. ¡La innumerable gente del Reino Tianqing seguramente recordará su contribución!