Reino Tianlan, palacio real.
La Princesa Heredera Yue Shuang miró con preocupación a Xiao Yi, su rostro lleno de inquietud.
—Señor Xiao, ¿realmente va a ir a la Ciudad Po Jun?
En sus ojos, además de preocupación, también había un rayo de esperanza.
Jiang Tai había ido a la Ciudad Po Jun con un corazón dispuesto a morir. Sin un milagro, frente a la opresión agresiva del Reino de Qingyun y el Gran Reino Jin, Jiang Tai no tenía oportunidad de sobrevivir.
Xiao Yi se había convertido en la única persona en quien podía confiar.
Niu Dali apretó sus puños con fuerza a un lado.
—Jefe, ¡déjame ir contigo!
Xiao Yi negó con la cabeza, su voz seria.
—Debes cuidar bien de la Princesa Heredera. Con la presencia del General Zhang Baisheng aquí, no habrá problemas. ¡Deja la Ciudad Po Jun en mis manos!
—¡Está bien!
Niu Dali dudó un momento antes de asentir con sentimiento de duda.
Con su fuerza, incluso si fuera a la Ciudad Po Jun, no podría ayudar.
Por el contrario, sería una carga.